La historia se remonta al año 1630, cuando un portugués que vivía en Sumampa (Santiago del Estero) pide a un amigo que vivía en Brasil una imagen de la virgen para venerarla en la iglesia que estaba levantando en su estancia. Este amigo le envía dos imágenes, una de la Pura y Limpia Concepción y otra de la Consolación.
Las imágenes de terracota son transportadas en barcos hasta el puerto de Santa María de los Buenos Aires, y de allí en una caravana de carretas que se dirigía al norte. Después de dos días de marcha la caravana llega a orillas del río Luján y deciden hacer una alto en la marcha y descansan en la estancia de don Diego Rosendo.
A la madruga del 3° día la caravana de carretas se apresta a seguir su marcha pero debe detenerse al notar que una de ellas no se movía. Luego de picanear los bueyes deciden descargar los bultos, pero fue en vano, los animales no podían mover el transporte. Fue en esta ocasión cuando a uno de los presentes se ocurrió bajar los cajones que contenían las imágenes.
Bajan un cajón y la carreta seguía inmóvil pero al bajar el otro la carreta avanzó sin ningún inconveniente. Repitieron la operación hasta llegar la conclusión de que el secreto se hallaba en ese cajón. Preguntaron al dueño de la carreta el contenido de la caja, y al contestar todos callan y proceden a su apertura… y así ese puñado de personas pudieron contemplar por primera ves la joya más preciada de la pampa.
La imagen fue conducida hasta la casa de Rosendo, realizándose así la primera procesión de la Santa Imagen que terminaba de realizar su primer milagro: quedarse en esta tierra.